Uno de los personajes más controversiales y más enigmáticos que se conociera en la iglesia católica de la edad media lo es sin dudas el conocido como el Papa del año Mil. Los enigmas de un sabio medieval adelantado a su tiempo, cabezas parlantes, astrolabios, relojes de agua, máquinas precursoras de las computadoras y de las modernas escrituras secretas son algunos de los inventos del increible Gerbert d’Aurillac.
Acusado de pactar con el diablo y de inspirarse en obras de autores herejes, este sabio medieval fue un adelantado de su tiempo, un hombre anomalo dentro del Vaticano, un esoterista que busco en cabala, el sufismo, la astrología y hasta en el islamismo una fuente renovadora de sabiduria.

Un hecho parece haber marcado su infancia dice que cerca de Aurillac, vivía un ermitaño, que había sido un antiguo clérigo. Éste era temido por todos, y se hacía llamar Andrade. Habitaba en una cueva y se autoproclamaba descendiente de los druidas que allí celebraron rituales y sacrificios a sus divinidades. El pequeño Gerbert, impulsado por la curiosidad, venció su miedo y fue a visitarle. El anciano, se dice, que le predijo un futuro magnífíco y, en contra de la voluntad de su padre, el pequeño Gerbert empezó a frecuentar la madriguera de Andrade. Según reza la leyenda, fue allí que recibió sus conocimientos de magia celta.
Entre esta mezcla de fábulas y hechos reales, se destaca una leyenda, según la cual su tumba, en la Iglesia de San Juan de Letrán, destila agua, y ese fluir, junto al ruido de huesos, que algunas veces se dice que se oye en su sepulcro, “anuncia la muerte de un papa”.
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