
Desde el Big Bang hasta la fecha ha transcurrido la friolera de casi 15.000 millones de años -es decir que está próximo el momento en que el universo comience a contraerse-, y sería bastante absurdo creer que haya que esperar una suma igual o mayor para que recién, cuando el universo colapse en el Big Crunch, el Creador se digne hacerse presente y nos explique de una vez por todas la verdad de nuestra existencia.
¿Además, quién no ha soñado alguna vez con la oportunidad de sugerirle al Supremo que ponga más atención cada vez que crea un universo, o que la próxima vez no haga nada sin primero consultarnos?
Pues ahora esa oportunidad existe, y si el Creador nos hace caso, que para algo tiene que servir la experiencia que tendremos al final de los 40.000 millones de años de evolución, quizás el próximo Big Bang sea verdaderamente una obra de la cual Él (o quizás Ella, quién sabe) pueda sentirse verdaderamente orgulloso.
Algunos pensarán que un preámbulo matizado con humor, en una obra de tamaña magnitud como lo es ésta, constituye toda una irreverencia, pero quienes así piensan se olvidan que el Creador es el Supremo Humorista, siendo mi pequeño humor nada más que un humilde homenaje.
Como siempre ocurre con los seres humanos, habrá quienes, haciendo gala de su escepticismo inherente, lean estos diálogos y los rechacen de plano aduciendo que es una imposibilidad que el Creador se haya comunicado. También habrá quienes acepten los mensajes como verdaderamente provenientes del Supremo Hacedor, pero estos afortunados seguramente serán los menos.
Y digo afortunados porque parto de la base de que su creencia tiene cierta dosis de comprensión surgida de la inteligencia y no de la ingenuidad surgida de la ignorancia.
Y también habrá, finalmente, quienes se muestren dubitativos sobre si es o no el Absoluto quien se ha manifestado a través de la mediumnidad de quien, en esta vida, asumió para mí el rol de padre, y a quien ustedes conocen como el profesor Jorge Olguín.
Un escritor alemán dijo una vez que si Jesús no hubiese existido y sus mensajes hubieran sido inventados, el resultado final sería el mismo, porque lo que vale es el mensaje y no quien lo brinda. Y esto no va en desmedro del querido Maestro, porque el propio Jesús siempre dijo que sus enseñanzas no eran de él sino de quien lo había enviado.
Ahora supongamos que Jorge Raúl Olguin tenga mucha inventiva y se “imagina” los mensajes. Dejando de lado la imposibilidad de que alguien, salvo el propio Absoluto, tenga todas las respuestas, el resultado final sería el mismo, porque la única pregunta válida que habría que hacerse, no es si es o no es el Creador el que se ha comunicado, sino si el mensaje tiene o no tiene valor.
Si el mensaje no tiene valor, es obvio que no tiene importancia alguna especular sobre quien lo haya dado. Y si el mensaje tiene valor, tampoco importa quien fue el autor, porque el mensaje valdrá por sí mismo.
De cualquier manera, humildemente pienso que sólo basta un poco de sentido común para darse cuenta de que únicamente el propio Creador pudo dar esas respuestas que la humanidad ha anhelado conocer desde el principio de los tiempos: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Extraído de la pagina del Grupo Elron